Esa mañana Ned sintió el súbito impulso de mirar el buzón. Casi nunca lo hacía pues le gustaba madrugar y el cartero solía entregarle el correo en la mano, así que pocas veces la pequeña caja de madera era usada. Además el viejo Lino aún no había pasado esa mañana. Pero igualmente se dirigió al buzón y he aquí que dentro relucían las letras plateadas de alguna misiva. Ned sacó el pequeño trozo de pergamino, con forma de hoja, que ponía: "Heru Eliel tulta le merendenna coaryasse". "¡Elfos", pensó para sí, mientras miraba embobado las delicadas tengwar, pero no alcanzaba a entender del todo lo que ponía. |
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A la mañana siguiente, Handin llamó temprano a su puerta. Le abrió aún soñoliento. "¿Pero aún estás así? Apresúrate, holgazán, o llegaremos tarde... ¡Y no me digas que no has recibido la invitación porque puedo verla brillar sobre la repisa de tu chimenea!!" "¿Invitación?" Ned sacudió la cabeza confundido, mientras seguía la dirección que indicaba el largo brazo extendido de Handin "¡Oh! Eso... así que es una invitación... no conseguí entenderla, y me quedé hasta muy tarde, tratando de recordar todo lo que me has enseñado... ¿para qué es?" El hombre asintió: "Si, es una invitación, pone: El Señor Eliel, recuerda que Heru es "señor", te invita, tulta le, tulta es "convocar, invitar", a una fiesta, ¿no recuerdas que merende es "fiesta"?, en su casa, casa, coa, y coarya, "su casa". ¡No es tan difícil!".
Ned ya estaba vistiéndose para salir, cuando se detuvo perplejo: "Pero debería llevar algo, como muestra de cortesía, y no tengo nada preparado". "Nos ocuparemos de eso por el camino", terció el otro, mientras lo empujaba hacia la puerta cerrándola detrás de sí.
Llegaron al jardín donde se celebraría el convite casi al atardecer. Se habían ido cruzando con más gente a medida que se aproximaban a la casa, una de las pocas que aún quedaban en el legendario valle de Rivendel; algún Atan, Eldar en su mayoría, y Ned pudo practicar los saludos que conocía. También oyó expresiones que le resultaban extrañas por completo, y tan maravillosas: "Nai alasse turuva coalyasse sina ré" (que la alegría reine en tu casa este día), "Hantanye tultalelya sina merendenna" (agradezco tu invitación a esta fiesta)...
El pequeño hobbit estaba anonadado. Guirnaldas de flores colgaban por doquier, y ceñían las cinturas y cabellos de las damas. Ellos intercambiaban saludos con voces armoniosas y por todos lados se confundían las risas cristalinas y argénteas con los cantos de los pájaros, mientras en un lado del acogedor lugar un grupo se apresuraba a dar los últimos toques a una mesa que ya estaba casi lista. Era la Meren Lótion, la Fiesta de las Flores. "¿Qué pájaro es ese que oigo?", susurró hechizado. "¡Ah! Es un lómelindë, un ruiseñor, el cantor del crepúsculo, que viene a saludar también a los Señores. ¡Mira! También nosotros debemos ir".
Ned siguió a Handin, dándose cuenta entonces de lo apuesto que parecía su amigo esa ocasión. Se miró entonces, dándose cuenta que una vez más el dúnadan había hecho más de lo que parecía al ayudarlo a vestirse, la hoja de plata que Isilion le regalara le cerraba la capa. Quiso darle las gracias, pero dándose cuenta de lo que ocurría dijo: "¡Ay! Ayúdame, Handin, dime algo adecuado para decirles!" Pues seacercaban, como muchos otros, a los que parecían ser los anfitriones.
Pero no hubo tiempo, pues ya Handin se adelantaba a saludar. "A Heri ilrahtala vanesseva... A, alta Táro Eldaron... Írelyar nar axani nin!". Ned no sabía que esas palabras significaban "¡Ah, Señora (Heri) de inalcanzable (ilrahcala) belleza (vanesseva)! !Ah, gran (alta) Señor (Táro) de los Elfos (Eldaron)! Tus deseos (Írelyar) son órdenes (nar axani) para mí (nin), pero entendía que una frase de gran cortesía y elegancia se había pronunciado.
Era ahora el turno del hobbit, que se inclinó nervioso. "Nai cala hendelyato caluva oialë! Nan Ned, Nu elye ar nosselya", dijo apresuradamente, sin pensar. "Máratuldë coammanna, meldor" contestaron los Señores, sonrientes.
"¿Sabes lo que has dicho?", le preguntó Handin. "Pues... creo que he dicho "Ojalá la luz de vuestros ojos brille por siempre; soy Ned, para servir a vos y vuestra familia"; ¿no es así?" respondió él, alarmado. Pero Handin se rió y le contestó "¡Has acertado, en efecto! ¡Una digna frase para un digno hobbit!".
Así que todo salió bien para Ned, y enseguida se encontró sentado a una mesa bien dispuesta en la que parecía haber nevado comida y llovido bebida. Los Señores se acercaron entonces y un elfo alto elevó su voz por encima del tumulto: "¡Pusta queta!". Ned guardó silencio, pues entendió que era eso lo que el elfo pedía. Y oyó como continuaba: "Orta ilye, Herui". Handin dio un codazo a Ned, y le susurró: "¡Levántate!". "A laita Heru Eliel ar Herirya!". Y se alzó el coro de voces alegres respondiendo "¡A laita te, laita te!", que el pequeño hobbit los imitó. Ésa era una expresión que conocía bien: "¡Alabad al señor Eliel y su Señora!".
"¿Meralyë miruvórë?" le preguntó el elfo sonriente que se sentaba a su izquierda, ofreciéndole una copa de hidromiel. Y Ned respondió, rechazándolo amistosamente: "Lá, hantalë! Sucuvanye sáva", mientras tomaba un vaso de zumo. Y a continuación se presentó: "Nan Ned, ¿man nalye?". El elfo se rió calladamente, y le respondió "Nan Elneth, ar nan nandaro", y añadió, mientras le enseñaba una preciosa arpa, "Ortan yulmanya almarelyan", que, según Handin le susurró, significaba "levanto mi copa a vuestra salud". "Hantale!", replicó nuestro amigo imitando el gesto del elfo, con su vaso de zumo.
"¿Cómo llamáis vosotros a esto?", preguntó el hobbit. "¿El pan? Decimos masta. La miel es lís." "Ajá!", asintió Ned mientras daba buena cuenta de la comida; "por eso "dulce" se dice lissë". Handin intervino entonces en la conversación, desde la derecha del hobbit. "Sí, dulce como las voces y melodías de los nandari que vamos a escuchar ahora; por ello deberás dejar a Elneth que vaya a ejercer su arte frente a todos. ¡Pero sigue disfrutando de la comida! ¿Quieres más tyuru, queso? ¿O quizás yávë, fruta?". "Sí, gracias. Elneth, meldonya, ve a divertirte. Aprovecharé para tomar algo más de vuestra deliciosa comida. Soy un hobbit algo glotón". El agradable elfo con el que Ned había estado hablando se levantó con suavidad, se inclinó hacia su cabeza y así Ned pudo oir un "tenna rato" apenas susurrado. "Tenn'encenie", replicó él cortésmente. Luego Elneth se alejó dirigiéndose hacia el estrado... y mientras Ned dirigía su vista nuevamente a Handin, oyó una hermosa música que comenzó a envolver el aire que les rodeaba.
"¡Ay!", suspiró Ned. "¡Qué bonito es todo esto!"
(continuará)