Ya había oscurecido cuando Ned Peloliso caminaba por el camino desde Bree hacia Hobbiton.
No era tan amigo de tales viajes, no señor, pero hacía pocos días que se habían reunido en
Bree los mejores mercaderes de la región y hoy era el último día en el que ofrecerían sus
mercancías: juguetes hechos por enanos de la Montaña Solitaria; telas del sur, bordadas
por damas altas y de blancas manos, orfebrería hecha por elfos que aún no cruzaban el gran
mar... en fin, cosas hermosas que muy pocos ojos de la comarca podrían apreciar. Él había
partido apresurado a media tarde -apenas se había enterado, en realidad- luego que Sam
Matagruesa se lo dijera al pasar -él siempre estaba enterado de todo-. Ned, no pudo menos
que querer ir para comprar un lindo obsequio para Petunia Bellojunco, la que por primera
vez lo había invitado a cenar a su casa, la noche siguiente (no tenía muy clara cual sería
la razón o si sería que Violeta le habría dicho algo... -las había visto reírse mucho a
escondidas últimamente- pero, en realidad no importaba, estaría con Petunia, y eso era lo
importante...) y él en esta importante ocasión quería llevarle un hermoso presente que
impresionara a aquella que hacía latir más rápido su corazón.
Ned, sin embargo, se vio enfrentado a una difícil tarea, todo era tan hermoso que no sabía
por donde partir, así que luego de varias horas logró escoger dos obsequios: uno era un
lindo vestido hecho para una niña humana, color rosa pálido y con hermosos bordados, que a
Petunia le sentaría de maravillas y que podría estrenar para el día de su cumpleaños -se
lo daría a nombre de Violeta y de él, así no parecería tan atrevido- y luego halló una
pequeña sortija labrada primorosamente, con una piedra ambarina -como el color de sus
ojos, pensó Ned- llena de pequeños brillos que parecían bailar en su interior... -ésta,
se dijo a sí mismo, se la daría en el momento que se encontraran a solas, luego de
comer-.
Una vez que hubo guardado todo, se dispuso a regresar, aún tenía tareas que hacer en casa,
y el sol ya estaba por ponerse, así que apresuró su paso y se puso en camino.
Llevaba ya un buen rato junto a su poney e iba cantando una de las típicas canciones
hobbit para el camino, cuando lentamente empezó a sentir otra voz que se acercaba desde
atrás -una voz a sí no puede ser mala, no señor- se dijo a sí mismo, así que se detuvo y
esperó:
- Almarë elendil! -dijo el recién llegado, el que a todas luces era un
elfo...
- Aiya! -respondió Ned- pero temo que me has confundido, mi nombre no es
Elendil; mi nombre es...
- Yo no te he dado otro nombre -lo interrumpió- sólo te he llamado amigo de los
elfos...
Ned no supo que responder, no había aprendido tanto élfico como para poder saberlo,
pensó, aún intrigado preguntó:
- ¿Y cómo has podido saberlo?
- Puedo verlo en tu mirada - espondió, pero al ver la cara de pregunta que puso Ned no
pudo menos que reír- en realidad te reconocí antes de que salieras de Bree, te he visto un
par de veces con Handin, y pues, todo amigo de él es amigo nuestro también.
Ned se relajó - ¡ah! Con que era eso... -y sonrió- por cierto, mi nombre es Ned
Peloliso de los Hierbabuena de Cavada... Y vos, Quentuvalyë nin esselya?
- ¿Que te diga mi nombre? -repitió sonriendo- veo que Handin ha llevado a cabo una
magnífica tarea al enseñarte el quenya -y agregó- me llamo Isilion lo que
en vuestra lengua quiere decir "Hijo de la Luna".
- Gracias por tu gentileza, Isilion, pero exageras, no he logrado aprender más que unas
cuantas cosas, y el pobre de Handin se ha llevado ya varios dolores de cabeza conmigo...
- Pero muchas gentes no saben nada -intervino Isilion- y es un gran honor el que quieras
aprender de nosotros, los que pronto seremos olvidados en la Tierra...
El rostro de Ned se lleno de tristeza, amaba esas voces claras y esos ojos que atrapaban
la luz de las estrellas... estar con ellos un momento era como estar al principio de los
tiempos, y la paz que inspiraban era tal, que el corazón se sentía ligero y el cansancio
desaparecía...
- ¡Ned! -lo llamó Isilion- Ned, Massë nalyë?
- Ah... ¿ah? ¿Qué me dices? -dijo el aludido, espabilándose...
- ¿Dónde estás? Te preguntaba... ¿que pensabais tan meditabundo?
- Únat, Nada, no es nada... cosas que se me vienen a la cabeza -y
luego agregó- ¿sabes? Mañana iré a visitar una dama, y me gustaría poder decirle unas
frases hermosas junto con los presentes que le llevo... ¿Podrías ayudarme?
Isilion lo miró con atención... si bien Ned había procurado decirlo con la mayor
naturalidad del mundo, algo en él hizo que sin decir nada más Isilion supiera lo que
Petunia Bellojunco significaba para él...
- ¡Por supuesto que os ayudaré! -dijo sonriendo con dulzura- a ver, mostradme esos
presentes...
Desmontaron y se sentaron bajo la sombra de un olmo, mientras Isilion se tendía sobre la
hierba fresca a observar la aparición de las primeras estrellas, Ned encendió el pequeño
farol que llevaba junto al poney, y sacó los paquetes envueltos en papel de seda azul,
deshizo el gran lazo que ataba el paquete más grande y sonrió orgulloso mientras lo
levantaba...
- Vanya colla! -exclamó Isilion- es un bonito vestido en realidad...
te dijeron mallo túla?
- ¿Que de dónde viene?, no en realidad no lo se, sólo dijeron que venía hairë
nórellon hyarmessë
- ¿De las lejanas tierras del sur? ... a pesar de tu modestia Handin os ha enseñado
bien -y mientras tomaba el vestido agregó- si, probablemente venga de las tierras de
Gondor, he oído decir que existen hábiles bordadoras en su pueblo.
- Creo que se verá muy bella -añadió más tarde- ¿Qué tal si cuando se lo entregues le dices
"Sina lá lá túra carië lë yonta vanya, a lissë-lossë, nan ocólien hairallo sina nucuma
anna len"?
- ¿Y eso que quiere decir? -pregunto Ned-.
- "Quizás esto no pueda haceros más bella, oh dulce flor, pero he traído desde lejos
este humilde obsequio para vos"
- Suena hermoso... realmente hermoso -contestó Ned luego de una pausa, aún ruborizado ante
la sola idea de decirle semejante cumplido a Petunia-.
Isilion observó atentamente a Ned, y con un guiño de picardía agregó:
- Bueno, también puedes decirle solamente "Panta sa, selerinya ar inyë ocólier sina
pitya anna len" o sea "Ábrelo, mi hermana y yo te hemos traído este pequeño
regalo"...
Ned no pudo menos que reír:
- ¡Está bien! Tú ganas, ya veo que no puedo ocultártelo...
- Sí, yo gano, pero no te preocupes amigo, muilelya yéva muina:
tu secreto estará oculto...
- No lo dudo -dijo mientras abría el segundo paquete-. ¿Y qué me sugieres con esto?
Durante un momento Isilion permaneció en silencio observando la sortija y murmuró en voz
baja como si hablara con alguien oculto en un lejano pasado...
- ¿Qué es lo que te gustaría decirle? -preguntó luego de unos instantes-.
- No lo sé, quizas decirle que he buscado este anillo especialmente para ella.
- Mmmmm... -Isilion meditó brevemente- quizás decirle simplemente "Ocólien sina
corma len ilya melmenyanen: "He traído este anillo para vos con todo mi amor"...
u "órenyallo", "desde mi corazón"...
- No sé... -contestó Ned, mientras se miraba los dedos de los pies- Mmmmm... ¿qué fue lo que
murmurabas hace unos momentos?
- ¡Vaya! ¡Me oíste! -dijo Isilion mientras volvía a tenderse de cara a las estrellas-.
Recordé que una vez yo también regalé una sortija como esa en la que el sol parecía quedar
atrapado... pero, mis palabras aquella vez tenían un destino diferente... -y cerrando los
ojos agregó: Ocólien sina corma len maquetien, méralyë vesta ni?; ar sin nai cala
hendelyato laituva i hendenyat, ar sílë findelyo caluva tienyanna oialë... y en
voz baja continuó - "He traído este anillo para vos para preguntaros, ¿deseas casarte conmigo?;
y que así la luz de tus ojos bendiga los míos, y que el brillo de tu cabello ilumine para
siempre mi camino..." - luego de una pausa, suspiró.
Tímidamente Ned preguntó:
- ¿Y ella qué te dijo?
- Aceptó... hace ya mucho, y vivimos largos años bajo el Bosque Verde antes que la sombra lo
alcanzara nuevamente, pero ella ya partió hacia los puertos grises y yo pronto la
seguiré...
Ned guardó silencio y luego de un buen rato reemprendieron juntos la marcha, mientras
Isilion le contaba historias de lugares lejanos.
Cuando ya llegaban al desvío del camino del Oeste Isilion bajó de su caballo y se acercó a
Ned.
- Bien meldonya, mi amigo, es momento de despedirse...
- ¿Te volveré a ver?
- No lo creo... el peso del tiempo ya es demasiado grande para nosotros, y ya son pocos
los de mi pueblo que aún permanecen en la Tierra Media...
- Namárië... Namárië... adiós... -contestó Ned entristecido.
Isilion esbozó una sonrisa triste.
- No digas namárië, di mejor tennoio, hasta siempre... -y
mientras decía esto desprendió el broche de su capa, una hoja labrada en plata, y lo
colocó en el pecho de Ned- Lem, enyalien ni... Para ti, para que me
recuerdes...
- Hantalë Isilion, gracias... Enyaluvan le oialë,
te recordaré siempre.
Isilion echó su capucha sobre su cabeza y emprendió su camino mientras Ned permanecía
en el cruce sobre el poney... antes de perderse de vista, detuvo su caballo y alzando la
mano se despidió:
- Mára valto, ¡Ned! -y desapareció-.
- Tennoio! -contestó Ned, y con desgano, azuzó a su poney el que avanzó
lentamente por el sendero...
- Mára valto... -murmuró para sí- buena suerte... vaya que la
necesitaré, si señor necesitaré mucha suerte... y valor, para estar a solas con Petunia...
-y dándole unas palmadas a su montura agregó en voz alta- ¡En fin! Hilyal' arin
yéva vinya ré, La mañana será un nuevo día... vamos a casa Cola-gris ,
Violeta debe estar esperándome para cenar....